La solidaridad alimenta nuestra fe



Aunque la palabra solidaridad(1) no aparece en los evangelios, sin embrago son una  llamada constante a un estilo de vida basado en el amor solidario, en el amor universal, sin barreras: “Amarás a Dios... y al prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27).


Jesús nos invita a ser solidarios, o lo que es igual, a ponerse en el lugar del otro, como si fuera uno mismo, haciendo con él lo que uno desearía que le hicieran. “Todo lo que queráis que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas”. (Mt 7,12)


Pablo VI, el Papa que proyectó la solidaridad en los pueblos hace un enfoque que va más allá de las personas individuales y lo proyecta a los pueblos:
“Ante la creciente indigencia de los países subdesarrollados, se debe considerar como normal el que un país desarrollado consagre una parte de su producción a satisfacer las necesidades de aquellos; igualmente normal que forme educadores, ingenieros, técnicos, sabios que pongan su ciencia y su competencia al servicio de ellos”.

San Juan Pablo II, “el papa de la Solidaridad”, nos decía en la Carta Encíclica "Sollicitudo rei socialis"(2): “La solidaridad es sin duda una virtud cristiana. (…) es un signo distintivo de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13, 35)*. (…) A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación.”

El Papa Francisco constató que "la palabra ‘solidaridad’ está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. ¡Es más! Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. Esto significa solidaridad. No es solo cuestión de ayudar a los otros, esto está bien hacerlo, pero, es más: se trata de justicia. La interdependencia, para ser solidario y fructífero, necesita raíces fuertes en la humanidad y en la naturaleza creada por Dios, necesita respeto por los rostros y la tierra”.

Vemos que, aunque con diversos enfoques el sentido y la praxis de la solidaridad, nos hacen una llamada a vivirla como una manifestación de nuestra fe y amor a Jesucristo y sus enseñanzas.

Por ello no podemos ser espectadores de desgracias, por muy lejos que nos toquen, porque por mandato divino, toda desgracia humana, nos compromete y podemos y debemos implicarnos allí donde están los más desfavorecidos, llevando ayuda: material, espiritual, humana y cultural, en los momentos de necesidad y dificultad.

El Grupo de Acción Misionera de la Parroquia de San Lorenzo
nació con el fin de recaudar fondos y financiar proyectos para Cooperar en el desarrollo social, económico, sanitario, educativo, cultural y   evangelizador de  personas desfavorecidas sin distinción de raza, cultura, religión, sexo o procedencia geográfica, respetando siempre sus valores culturales y tradicionales. En la actualidad se financian diferentes proyectos en:

  • La Pradera (Caracas)
  • Misión de Dete (Zimbawe)
  • Puerto Príncipe (Haití)



Queremos contar con tu ayuda, si crees que el mundo debe ser un lugar justo para todos, si piensas que la solidaridad alimenta nuestra fe,  si también quieres ser tú  quien ofrezca esa mano amiga, si te identificas con estos valores. Tienes que apuntarte y participar en la caminata solidaria (1 de mayo)  y el rastrillo (5 de mayo). Tienes toda la información en el cartel.



La misión de los cristianos según nos indica el Papa Francisco, es: “Ser testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza y amor”.





(1) Solidaridad: Según la Real Académica española: Esta voz se creó en el siglo xix por adaptación del francés solidarité y está plenamente asentada en el uso actual. Por ello, debe evitarse el uso de la forma ⊗‍solidariedad, aunque esté bien formada sobre el adjetivo español solidario

(2) La Carta Encíclica "Sollicitudo rei socialis" (La preocupación social de la Iglesia) fue promulgada por el Papa Juan Pablo II en el décimo año de su pontificado. La firmó en Roma el 30 de diciembre de 1987. En este documento, el Pontífice asegura que "el proceso del desarrollo (de los pueblos) se concreta en el ejercicio de la solidaridad, es decir, del amor y servicio al prójimo, particularmente a los más pobres"

(cf. Jn 13, 35)*.  “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.



 

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