El pelícano, símbolo de la Eucaristía y del amor de Cristo

La imagen de un pelícano alimentando a sus polluelos siempre ha tenido gran simbolismo para la iglesia católica, siendo uno de los motivos más antiguos de la iconografía cristiana, prácticamente desde sus inicios, y uno de sus animales preferidos, junto a los del cordero y el ave Fénix.

El pelícano, cuenta la leyenda (recogida en el Physiologus*) que para evitar que sus polluelos mueran de hambre en tiempos de escasez, hiere su pecho con su propio pico y les alimenta con su propia sangre; si los polluelos del pelícano mueren, éste se abre el costado y los trae de vuelta a la vida, a costa de la suya propia, rociándolos con su propia sangre.

Tan admirable comportamiento condujo a relacionar al pelícano con Jesucristo, el cual ofrece su propio cuerpo en la Eucaristía para alimentarnos y comenzó a representarse como símbolo del amor.

Los primeros cristianos, como no podían profesar abiertamente su fe, se valían de símbolos que pintaban o grababan en las lápidas de las tumbas para indicar que ahí se encontraba un cristiano. El pelícano, aunque es un animal poco estético, lo comparaban con Jesucristo, ya que antiguamente se creía que, si el pelícano adulto no encontraba comida para sus crías, les daba de comer de su propia carne, sacrificando su vida para que sus hijos pudieran vivir. He ahí la similitud con Cristo que ofreció su Cuerpo y su Sangre para la salvación del hombre. Al igual que las crías del pelícano no podrían vivir sin la carne que se les da, así también nuestra alma no podría vivir sin el alimento de la Eucaristía.


Tiempo después, se supo que el pelícano tenía bajo el pico una especie de bolsa, donde colocaba los pescados y cuando regresaba a su nido, apoyaba enérgicamente el pico contra el pecho para sacar las provisiones de comida para sus crías. De todas formas, es una hermosa imagen de lo que significa la Eucaristía y aún hoy ,sigue siendo un símbolo cristiano de piedad y sacrificio, la más alta expresión del amor humano y divino.

San Isidoro de Sevilla (Cartagena, hacia 556 - Sevilla, 636), en su obra “Etimologías” deja constancia de la amplia difusión de esta vinculación en aquella época. El hecho de alimentar a sus hijos con su propia carne y sangre también lo relacionó con la propia Eucaristía. El pan y el vino, a través de la transubstanciación, se convierten real y verdaderamente en el Cuerpo y en la Sangre de Jesús, alimento para el alma de los cristianos.

En los albores del siglo V, San Jerónimo (Estridón, actual Croacia, hacia 374 - Belén, 420) ya se sirvió de ese simbólico significado cuando comentó el versículo 7 del salmo 101: «Me asemejo al pelícano del desierto; soy como búho entre las ruinas». Siglos más tarde, inspiró una de las más bellas estrofas del himno Adoro te devote, en el cual Santo Tomás de Aquino (Roccaseca, actual Italia, 1224 - Fossanuova, id., 1274) exclama:

       «Señor Jesús, bondadoso Pelícano,

 límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre,

de la que una sola gota puede liberar

de todos los crímenes al mundo entero»

El gran poeta italiano Dante (Florencia 1265- Rávena 1321) le llegó a reservar algunos versos en El Paraíso de La divina comedia, cuando evoca a san Juan: “Ese es aquél que descansó sobre el pecho de nuestro Pelícano; es el que fue elegido desde la cruz para el gran cargo”.

Otro poeta, más cercano a nuestros tiempos, también encontraría inspiración para su poesía en esta hermosa herencia simbólica: Alfred de Musset (París, 1810-id., 1857) describe de manera conmovedora en La noche de mayo a este pájaro que, tras volver al nido sin pesca que ofrecer a sus crías, las alimenta con su propia sangre hasta morir trágicamente…

También pintores como Giotto y su escuela, Masolino de Panicale y el Perugino, artistas iconográficos y miniaturistas, reproducen el pelícano entre los símbolos eucarísticos.

Benedicto XVI (Marktl, 1927 - Ciudad del Vaticano, 2022), ofreció un anillo con este simbólico pájaro a los obispos asistentes al Sínodo sobre la Eucaristía (2005).

El pelícano, está presente en nuestra parroquia, en el sagrario del retablo de la Virgen del Rosario. Es de estructura rectangular de madera dorada donde podemos apreciar una bella pintura del pelicano y sus crías, tiene:

  • Las alas abiertas en señal de acogida, de abrazo. Ofrece su pecho herido por amor, para que de su sangre y carne se puedan alimentar las crías. Muriendo da la vida. Es Cristo que se entrega en la Cruz por nosotros y se queda en la Eucaristía para ser nuestro alimento.
  • Las crías, representan a los fieles que nos acercamos a la parroquia para el encuentro con Jesús, con la Eucaristía. Del mismo modo, que la cría vive por la vida que le ha dado el pelícano, nosotros vivimos de la vida que Cristo nos da y podemos recibir en la parroquia.


El pelícano sigue siendo el símbolo de la filantropía y del amor divino. «De quien lo da todo, hasta la propia vida, por los demás»

Physiologus*: escrito en el siglo II después de Cristo por un autor anónimo Alejandrino, manuscritos con simbología cristiana que fueron extremadamente populares. Contiene un conjunto de descripciones de diversos animales, criaturas fantásticas, plantas y rocas, la mayoría con frases y sentencias moralizantes. De cada animal se muestra su descripción y se narran varias anécdotas, pero todo ello con sentencias morales y cualidades simbólicas del mismo.



 


 

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